Me alejé de los dos hipogeos faraónicos, llegando a una pequeña sombra donde se podía descansar del tórrido sol y del agobio turístico. Me senté en la tierra semi-seca dejando que la poca brisa que llegaba de la gran presa de Aswan, situada a mis espaldas, refrescara mi piel reseca. Saqué mi pequeño blog e intenté captar la luz del desierto reflejada en estas dos maravillas faraónicas de Abu-Simbel
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