A lo largo de mis viajes me he dado cuenta que no son cientos de bicicletas las que se han cruzado en mi camino. Es la misma metamorfoseada y camuflada allá en aquellos lugares por donde pasaba. Un cuadro rígido y dos ruedas, las mismas que mueven el mundo. Dos ruedas que al igual que nuestro planeta realizan un movimiento de rotación, desde su misma situación en el cuadro metálico, y otro de traslación del cual nos beneficiamos todos, los ciclistas por disfrutar del paseo, y los viandantes por disfrutar de una atmósfera sana. Al final me he dado cuenta que las bicicletas no solo son para el verano.
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