domingo, 23 de mayo de 2010

SOLO ENTRE TANTA GENTE


Salí a caminar un rato por Madrid. Acababa de llegar esa misma mañana. Dejé la mochila en la vieja pensión y salí a la calle en busca de aire fresco, de bullicio, o más bien creo que salí huyendo del olor a humedad rancia de aquel cuartucho desvencijado. Al rato me vi solo, si, digo bien al utilizar el vocablo “solo”. Mis piernas caminaban rápidas por la acera, me absorbía toda esa fuerza invisible que desprendía la cantidad de gente que caminaba a mi lado, cada uno a lo suyo, cientos, miles de personas caminaba, corrían, cada uno a lo suyo, eran como cientos de burbujas humanas indiferentes a la realidad de aquel lugar. La soledad en la cima de una colina te renueva, te ayuda a reflexionar, la soledad en tu casa es evidente cuando asimilas que en esos momentos estas solo, … pero la soledad en una gran ciudad es agobiante, destructiva. Realmente me sentía solo entre tanta gente.

(foto: una calle cualquiera de Madrid)